Euristeo exigió que Hércules le trajese
los toros rojos de Gerión, un rebaño que se encontraba en una isla en los
confines del mundo conocido. Además, allí se encontraba un monstruo gigante que
tenía tres cuernos, un pastor
llamado Euritión, y Orto, un perro de dos cabezas y con cola de serpiente. Para obedecer la nueva orden, Hércules
partió hacia la región donde el sol se pone, bordeando la costa africana. Llegó
al estrecho que separa a Europa de África y erigió allí dos columnas, una en el
extremo de cada continente, para conmemorar su paso. Se las llamó después las
Columnas de Hércules.
Hércules logró
llegar gracias a la ayuda de Helios; éste le había dejado la copa que
usaba para poder trasladarse por el firmamento. Cuando llegó a la isla terminó
con la vida de Euritión y Orto. En cambio, la batalla con Gerión fue muy
larga hasta que logró acabar con él gracias a una flecha. Después de
rematar a flechazos al formidable Gerión, Hércules volvió a embarcarse, con todo
el rebaño, en la amplia copa que sirve de navío a Helios, el Sol.
Abandonando la Galia, Hércules atravesó Italia, Iliria y Tracia. Pero cuando ya creía haber alcanzado el fin de sus penurias, un tábano enviado por Hera enloqueció al ganado rojo y lo dispersó por las altas montañas. El hijo de Alcmena logró trabajosamente reunir la mayor parte, pero aquellos toros que no pudo recuperar y llevar a Micenas permanecieron en los bosques y se hicieron salvajes.
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